Diego Rubio es nuestro personaje del mes

Este exalumno de la promoción 1999 comparte cómo ha sido su experiencia recorriendo el país en su rol de periodista que ha trabajado para medios como la revista Cromos, la revista SoHo y el programa Los Informantes de Caracol TV. Nos habla también de los momentos que recuerda en clase de matemáticas y lo que le enseñó el «materialito chusco» de Mireia.

¿Qué ha hecho desde que se graduó del colegio?

Un montón de cosas: estudié Comunicación; estuve internado un año en el diario El País, de España, donde hice un máster en Periodismo; escribí crónicas y reportajes para diarios como El Tiempo o El Espectador y para revistas como Arcadia o Cromos; viví en India; fui reportero de Semana y editor de SoHo; escribí un libro infantil y otro sobre mi experiencia en Nueva Delhi; di clases de Redacción; me arrejunté con una mujer espectacular y tuve dos hijos tan bonitos que parecen de otro papá; ahora ando aprendiendo a hacer televisión en un programa que se llama Los Informantes…

Usted fue uno de los fundadores del periódico La Cara junto con Juan Pablo Mendoza y Arturo Harker en el año 1997 y luego su director. Su encabezado decía “porque la cara lo dice todo”, ¿qué era todo lo que había que decir en ese momento?

Éramos adolescentes. Supongo que estábamos inconformes con todo. ¿Qué había que decir? No sé bien. Me acuerdo de que le escribíamos una oda a la señora de la fotocopiadora y, con el mismo grado de irresponsabilidad, le dedicábamos una diatriba al Consejo Directivo del colegio. Eran artículos ridículos, me imagino, pero nos divertíamos mucho. Y lo mejor: gracias a esa experiencia, decidí que quería ser periodista.

Cuando usted se iba a graduar trataron de disuadirlo de estudiar Comunicación Social, ¿por qué?
Creo que las directivas del colegio, como mucha gente, veían la Comunicación Social como una carrera menor, para reinas de belleza. Me decían que debía estudiar Derecho o Economía. Y yo les respondía: “pero es que yo quiero ser periodista, no abogado ni economista…”. El caso es que, al presionarme para que estudiara otra carrera, lo único que hicieron fue empujarme hacia la Comunicación. De pronto hasta tenían razón en eso de que para hacer periodismo era mejor estudiar otra cosa, pero yo fui felizmente terco, me la jugué con la mía y ahora soy periodista, no economista ni abogado.

De su primer trabajo en la revista Cromos, donde viajaba por Colombia contando historias, ¿qué aprendió de nuestro país?
No sé si aprendí mucho, pero confirmé un montón de lugares comunes: que cualquier rincón de Colombia parece una postal; que es el país más bonito del mundo; que los políticos y los supuestos servidores públicos se roban la plata de la gente sin pena en todos lados; que los colombianos somos tan festivos como desconfiados; que la diferencia entre los que tenemos privilegios económicos y los que no es desproporcionada y absurda; que hay rincones del país donde la vida no vale un peso; que mientras uno esté en un escritorio en Bogotá, va a ser muy difícil que entienda el mierdero que hay en Caquetá o en Cauca, solo por poner un par de ejemplos; que Colombia es un país inviable, pero la mayoría difícilmente nos reconoceríamos en otro lugar del mundo.

De su trabajo en la Revista Soho, ¿cómo se trabaja el contenido de los artículos en una revista en la que priman las imágenes?
No siento que en SoHo primen las imágenes, al menos no cuando yo trabajaba allá. Es cierto que lo que más le llama la atención a mucha gente son las fotos eróticas -obvio-, pero si uno se pone a revisar el archivo de la revista, descubre que tiene un arsenal de crónicas, reportajes, testimonios y textos de humor muy bien jalados, escritos por algunas de las mejores plumas de Latinoamérica. Hay una edición especial que me parece memorable, se llama “Un día en Colombia” y cuenta, a través de más de 80 textos de varios géneros periodísticos, lo que pasa un día cualquiera en diferentes puntos del país. No creo que otra revista colombiana haya hecho un trabajo de reportería así de exhaustivo y de arriesgado, y yo me siento muy orgulloso de haber estado ahí.

¿Cómo ha sido ese cambio de medios escritos a televisión?
A pesar de las incomodidades que genera un nuevo trabajo, el cambio ha sido positivo. Si bien acá en Los Informantes me dedico a contar historias, que es lo que he hecho toda la vida, tener la oportunidad de contarlas en un formato visual, en video, es un privilegio. Sobre todo, a punto de cumplir 40 años, cuando la gente ya lo encasilla a uno y piensa que solo sabe hacer una cosa. En mi caso, los que me conocen ya me tenía etiquetado como periodista de medios impresos, y ahora ya me ven diferente, tal vez como un profesional un poco más completo -eso espero, al menos-. Llegar a la televisión a estas alturas ha sido, en últimas, como poder ser un practicante cuarentón: aprender algo nuevo casi de ceros y disfrutarlo como si fuera mi primera experiencia laboral.

¿Qué es lo que más le ha gustado de su trabajo en Los Informantes?
Llegar a lugares de Colombia por los que no se me ocurriría pasar si no fuera por este trabajo y conocer personajes que parecen sacados de películas de ficción: un papá que corre triatlones con su hijo con parálisis cerebral prácticamente al hombro; una señora que, por un error de Medicina Legal, le rezó durante 30 años a la tumba donde estaban los restos del asesino de su marido; un campesino que no sabe prender un computador ni tiene cuentas bancarias, pero estuvo a punto de ser extraditado por ser el supuesto capo de una red que lavaba dinero a través de internet…

¿Qué cree que va a pasar con el periodismo en 10 años?
No tengo ni idea. Me encantaría saber. Cada vez que me preguntan eso, me dan ganas de salir corriendo. Solo me atrevo a decir que, según creo, la única salida para el periodismo es hacer buen periodismo. Y el buen periodismo necesita reporteros en la calle, editores con criterio, inversión por parte de los dueños de los medios, creatividad en las historias, en los enfoques, en los formatos, profesionalismo. Es decir, esa fórmula de tener redactores de escritorio que se dedican a revisar las cuentas de Instagram o Twitter de los ricos y famosos para luego inventarse historias ridículas con lo que se encuentran ahí puede ser el suicidio del oficio. Tampoco me gustan esos medios digitales tan de moda que agarran sin pena los artículos que otros medios más serios investigan para luego parafrasearlos y hacer historias supuestamente propias. Me parece que le hacen un daño terrible a la profesión. Ojalá en diez años, pueda seguir no solo haciendo periodismo, sino viviendo del periodismo.

¿Qué historia del colegio le gustaría contar?
Siempre he querido escribir una historia que supuestamente le pasó a Pirulita, la eterna profesora suplente en mis años de colegio. Contaban en esa época que una avioneta se había caído sobre su casa y se la había destrozado. Y que, para completar la tragedia, los vecinos y los funcionarios de la Defensa Civil que llegaron, en vez de ayudarla, le robaron los pocos corotos que quedaron enteros después del accidente. Tremendo cuento.

Primera fila: Jaime Cantor, Lukas Enciso, Juan Bernardo Pombo, Francisco Pizano, Juan Paulo Macallister, Luciano Rodríguez, Mauricio Villamizar, David López, Federico Márquez, Emilio Pombo. Segunda fila: Santiago Mariño, Pedro Navas, Rodrigo Arboleda, Andrés Bernate, Santiago Ortega, Santiago Danna, Camilo Mier y Diego Rubio.

¿Cuál es su palabra favorita?
Recreo.

¿Cuál es la que menos le gusta?
Factorización.

¿Cuál es el sonido que más recuerda del Colegio?
El freno de aire de los buses de Tech. Cuando me sorprende un sonido similar en medio de un trancón, me devuelvo durante milésimas de segundo al colegio, a las 2:30 de la tarde, cuando llegaba la hora de irse para la casa.

¿Cuál es el olor que más recuerda del Colegio?
Es un olor extraño y un poco repugnante que sale cuando un niño se revuelca en el pasto con un pantalón de paño y termina con las rodillas verdes. Los que jugaban fútbol en los recreos, como yo, seguro entienden de qué estoy hablando.

¿El profesor/a que más recuerda?
Una profesora de Matemáticas que se llama Sandra y que le dio clases al curso más chiquito que, supongo, ha tenido el colegio. Estábamos en Décimo y éramos solo tres alumnos: Lina Quintero, Santiago Forero y yo, declarados por unanimidad los tres peores matemáticos de la promoción 1999. Un par de meses después, Lina se fue a otro colegio y Forero no volvió a clase, no me acuerdo por qué. Y quedé yo solo con Sandra; o, mejor, solo contra Sandra.

¿Cuál fue su materia favorita?
Siempre Español, Sociales y Educación Física. Nunca Matemáticas, Física ni Religión… perdón, Marquitos.

¿Cuál era su lugar preferido en el Colegio?
Un lugar donde la vida siempre será feliz: la cancha de fútbol.

¿Podría decirnos una cosa que haya aprendido en el Colegio y que pone en práctica hoy en día?
Todo. Soy fruto de mis años de colegio. Pero sí hay algo que recuerdo a diario en el trabajo, aunque a veces no lo lleve a la práctica: que siempre es mejor escribir al derecho, sujeto-verbo-predicado. Creo que lo aprendí leyendo una especie de manual de redacción que teníamos en clase de Español al que Mireia se refería como “materialito chusco”.

¿Hay algo que le hubiera gustado aprender en ese tiempo y no tuvo la oportunidad?
Creo que durante el colegio no aprendí a pensar diferente o a cuestionar lo que me enseñaban. No es culpa del colegio, pero sí me habría gustado que nos impulsaran más a salirnos del molde, a ver la vida desde diferentes ángulos, a empoderarnos para cuestionarnos más y mejor lo que nos daban como establecido.

¿A quién te gustaría ver como personaje del mes?
A Santiago Forero Ramírez, un artista genial.

 

En la caminata a Amazonas con Santiago Danna, Andrés Bernate, Camilo Mier, Santiago Ortega, Diego Rubio y Sebastián Peláez.