Luisa Brando es nuestra personaje del mes

¿Qué has hecho desde que te cambiaste de Colegio en 9no?

En 9no me fui al Tilatá. Estudié Arquitectura en los Andes con opción en arte. Al acabar la carrera me fui un año a estudiar fotografía viajando y teniendo como sede en Barcelona. Empecé con Bosnia, Croacia, luego Marruecos, Portugal, y acabé en India y Nepal (2012). Estaba con una obsesión en ese momento de ver las diferentes culturas del mundo, y registrarlas. Luego volví a trabajar con Lorenzo Castro en urbanismo. Con él hicimos un concurso internacional del CAN en Bogotá junto con OMA (Ofice of Metropolitan Architecture), que fue una experiencia super enriquecedora. Fue “cumplir el sueño” de trabajar un mes en NY en una las oficinas mas importantes de urbanismo, para darme cuenta que no era mi sueño. En ese momento mi papá se enfermó, y también quizás me hizo replantearme los sueños en general.

Viaje en India

De ahí pasé a trabajar en un taller de arquitectura, el Taller de S (Santiago Pradilla y Sebastian Serna), donde hacíamos proyectos a riesgo, encontrando edificios interesantes para reformar, ya fuera un claustro en las cruces, o la plaza de mercado de la calera (2013). Pero llega un momento (quizás después que mi papa se muere) en que me vuelve a entrar la necesidad de hacer arte y decido alquilar un taller y empezar a hacer proyectos.

Empiezo con la feria del millón de juegos de la calle y luego el del Rio Magdalena. Era un proyecto de recorrer los pueblos de patrimonio de Colombia a lo largo del rio. Fueron varios viajes por trayectos de una semana o dos, en diferentes zonas del rio hasta completarlo. Al tocar el rio me empezó una duda sobre cómo definimos “centros históricos” a la arquitectura que representa solo un momento colonial, y me surge la pregunta de ¿porque los ríos no son considerados centros históricos, si han conectado culturas precoloniales como los Zenu, ciudades coloniales como Mompox, y sido testigo de la industrialización y de las guerras?

Esa pregunta me llevó a aplicar a una Fulbright para irme a hacer una Maestría en Conservación Crítica en la escuela de diseño de la Universidad de Harvard. En esos años me fui a Japón tres meses con una beca para investigar las prácticas de conservación japonesas. En una confusión absoluta sobre las contradicciones entre tradición y desarrollo de ese país, terminé produciendo un montón de obra de dibujo, collages y videos, que presenté en una galería en Tokio al final.

Al final de la maestría (2018), me quedo trabajando entre Boston y NY como freelance en proyectos de arte y diseño. Me vuelvo alquilar un estudio en NY para producir arte, centrándome en proyectos con agua. Cuando me llama Santiago Pradilla, ex jefe, y me propone hacer un concurso de un colegio holístico en Sopo (Kalapa), junto con su esposa Laura Vispe y un Ecólogo, Mateo Hernandez. Hicimos una propuesta divina de reforestar especies nativa, y re-direccionando el aprendizaje tanto dentro como fuera del aula, y la arquitectura en madera y el diseño se abría a ese diálogo con el paisaje. Nos ganamos el concurso y me devuelvo a Bogotá para terminar el diseño en noviembre. En esas me ofrecen trabajar en los Andes como profesora de taller 1, y decido quedarme seis meses más en Colombia (2020).

Ahí entra el covid en marzo, y un mes después me contacta Josephine Philipsen, de 2 Latitudes (estudio de paisajismo con Andres Hernandez). Y me invitan a hacer un concurso de arte, arquitectura y paisajismo en Veje, Dinamarca, sobre el cambio climático y cómo diseñar el borde de la ciudad para subidas del nivel del mar (pronostican que va a inundarse 3m, en los próximos 50 años). Empezamos por zoom sin conocernos, y terminamos haciendo una propuesta súper bonita que cambia la idea “protegernos” del agua y de continuar separándose de ella, y más bien invitarla y aprender a diseñar con ella y sus cambios. Nos ganamos el primer puesto, y ahora esperamos que salga la oportunidad de continuar desarrollando en proyecto junto con otros concursantes y el gobierno danés.

Ahora vine a vivir a Madrid y trabajar a distancia. Sigo dando clases en los Andes, pero ahora una que desarrollamos con una amiga mexicana, mezclando arte y arquitectura en proyectos relacionados a Geografías. Coordino un proyecto de urbanismo en Ibagué y sigo mi práctica de arte, tomando cursos y haciendo obras.

Instalación proyecto Atlas d´Aqua (Bérgamo, Italia 2018)

¿De dónde nace tu interés por el patrimonio arquitectónico y cultural de Colombia?

Nace de una mezcla de situaciones. La primera viene de una contradicción o frustración de crecer en un país sin poder viajar y conocerlo, y empezar a conocer otras culturas antes que la mía. Eso se suma a que trabajando con el Taller de S en proyectos de restauración de edificios históricos, empiezo a tener una pasión por la mezcla entre lo viejo y no nuevo, y luego termina de reforzarse tras recorrerme el Rio Magdalena y ver como los ríos no hacen parte del patrimonio natural (parques y reservas), ni material (arquitectura, ciudades y monumentos), ni inmaterial (oficios y artes). De ahí sale un interés de conectar los patrimonios y las historias desde los ríos.

Collage. Notas de Viaje. Expo en Galería Kura, (Tokyo, Japón 2017)

Cuéntanos un poco más sobre cómo percibes los ríos como centros históricos de nuestro país.

Somos un país acuático. El cuarto país con más agua del mundo. Y sin embargo no nos hemos desarrollado potenciando esto, sino de lo contrario, dándole la espalda a los ríos. Algo divino de pensar los ríos como centros históricos es que abre una dimensión del tiempo y la historia distinta (al ser tan lineales como cíclicos) y a la vez incluyen el ecosistema como partícipe de la historia de una nación. Los ríos nos cuentan del pasado de culturas precoloniales como los Zenú, y de centros históricos como Mompox, también nos muestran el desarrollo industrial del país, y son testigos de las guerras. Son ejes que atraviesan y conectan todo el territorio comercialmente y centros de donde salen canciones y poesía como Toto la Momposina y Amor en los Tiempos del Cólera. Su cambio a lo largo de los años nos muestra si efectivamente nos hemos “desarrollado” o deteriorado como territorio, y son un termómetro de nuestra salubridad y soberanía. Me parece que eso tiene más de centro histórico que una ciudad que cuenta de un momento puntual de la construcción colonial, que es una mirada más pasiva. Pensarlos como centros históricos, activa la historia como un proceso vivo donde se incluyen muchas voces.

¿Podrías compartir alguna experiencia que te haya marcado en ese recorrido por el río Magdalena?

Una fuerte.

Una niña que conocí en el Páramo de las Papas. Acababa de llegar de acampar una noche en páramo, y ya bajando paramos (junto con dos guías) en la casa de una campesina. Mientras cocinaba con leña, la chiquita de 11 años se me sienta al lado y me mira dibujar en mi libreta y después de estar en silencio mirando y sonriendo, me pregunta:

– ¿Y usted cómo aprendió a hacer eso?

Yo le digo

– No sé, depronto me ayuda porque estudié arquitectura.

– ¿Y uno como estudia eso?

– Pues tienes que ser muy juiciosa en el colegio, tener buenas notas, e irte a una universidad en una ciudad.

Ella se queda pensando y se ríe. Me dice entre risas:

– Acá es que la escuela cierra todo el tiempo, las profesoras no duran ni un mes. Si viera, hubo una que la primera semana se fue. Uno de esos días que hay tiroteos, pues todos nos escondimos debajo de las mesas, como toca, y ella también ahí abajo solo lloraba y lloraba, y nosotros pues nos reíamos.”

Yo no me acuerdo muy bien que respondí, no creo que haya respondido. Le regalé una hoja y le dije, ven, dibujame tu casa en este papel. Ella me dibujó una casa cuadrada con techo en dos aguas, y frente la casa pasaba un rio lleno de pescados con ojos que nos miraban. Esa noche me regaló su dibujo. Le di mi teléfono y correo. El guía al salir de la casa me dice, ella no creo que sepa que es un correo.

Fotografía (Puerto Nare, Colombia, 2016)

Una divina

Bajando de Barrancabermeja a Puerto Nare, sentada en un Johnson (lanchas con motor para transportar locales), de repente veo flotando sobre una canoa un caballo blanco. Me transportó verlo ahí parado, en la mitad de un río oscuro, esa presencia blanca, tranquila, flotando. Fue transportarme a un espacio de realismo mágico, donde entendí de dónde vienen las historias de Gabriel García Marquez. Los del Johnson yo creo que no entendían mi emoción con el caballo, ¿Como más se pasa un caballo al otro lado del rio si no es en una canoa?, pero para mi fue un momento sublime al que vuelvo de vez en cuando.

Háblanos de tu Maestría en Harvard en Critical Conservation. ¿Cómo llegas y qué dirías que fue lo más valioso de esta etapa?

Llego muerta del susto. Jajajaja. Lo más valioso yo creo que fue la gente que conocí, mis amigos, profesores, y estar cerca de gente tan talentosa, diversa y apasionada. Lo segundo más valioso, yo creo que es el acceso a tantos temas y oportunidades en directo. Poder tomar clases de filosofía budista con un monje, para salir a una de arte y tecnología en MIT, para almorzar con 3 amigos de la india y un mexicano, agarrar la bicicleta a un evento de Win Wenders, para luego llegar a casa a leer sobre ríos. Son miles de mundos en un espacio, una intensidad de absorber información y cuestionar verdades que se vuelven subjetivas, que así genere ansiedad (porque si la genera), luego en perspectiva es alucinante.

«The Membrane» con 2 Latitudes (Vejle, Dinamarca 2020)

Recientemente ganaste el primer puesto en un concurso de arquitectura en Dinamarca con un proyecto en respuesta a la subida del nivel del mar. ¿En qué se basó tu propuesta?

La propuesta fue revertir la pregunta que nos hicieron, pues el concurso se llamaba “The Edge”, y ese “borde” ha sido un invento. Primero que es dibujado por los mapas como una línea estática que divide tierra de agua, no responde a cómo funciona el agua, que no entiende de esos límites. El agua es lluvia y es mar, es ríos y es neblina. Y segundo, la ciudad de Vejle, como muchas otras había construido artificialmente un área significativa. Decidimos crear un proyecto que se llama “la membrana” donde en vez de un borde, creamos una zona de inundación, donde invitamos el agua en vez de separarnos de ella. Perforando espacios obsoletos de la zona industrial y creando de estas perforaciones unas plazas de agua. Y a través de topografía, y paisajismo, esta zona iba lentamente convirtiéndose en una esponja que filtraba el agua en dos direcciones, por un lado los residuos de la ciudad antes de llegar al mar y por el otro las subidas del nivel de mar, a través de topografía y vegetación. Nos ganamos este concurso, y ahora estamos esperando a ver si tiene continuación real.

«The Membrane» con 2 Latitudes (Vejle, Dinamarca 2020)

¿Cómo entiendes tú la relación entre el espacio público y la cultura?

Creo que en espacio público se refleja la cultura. Es como un agujero en una puerta hacia cada mundo. En una época de mi vida, cuando fui a viajar tomando fotos, eran principalmente de espacios públicos, no por la arquitectura sino por la gente. Me encantaba ver como se vestían las mujeres, con qué jugaban los niños, donde se sentaban las viejitas, las botellas y platos que había en las mesas alrededor de las plazas, etc.

Para mi la calidad y la cantidad del espacio público de una ciudad muestra las condiciones de igualdad o desigualdad de la cultura. Así como los ríos son termómetros de la salubridad de un territorio, el espacio público es el termómetro de equidad, acceso, bienestar en una ciudad.

Preguntas rápidas

¿Cuál es tu palabra favorita?

Confiar.

¿Cuál es la que menos te gusta?

Miedo.

¿Cuál es el sonido que más recuerdas del Colegio?

(Me está costando recordar sonidos… que horror).

¿Cuál es el olor que más recuerdas del Colegio?

Pan espichado de Blanca.

¿El profesor/a que más recuerdas?

Bibiana Rojas.

¿Cuál fue tu materia favorita?

Sociales.

¿Cuál era tu lugar preferido en el Colegio?

Una esquina de la biblioteca debajo de la escalera.

¿Quiénes eran tus mejores amig@s?

María de la Torre, Camila Rodriguez, Paula Zea, Valentina Arango, Helena Durán, Diana Pizano, Cristina Van Meerbeke, María Soto, Carolina Herrera y Camila Escobar. A ese grupo llegaron con los años Ana Garrido y Laura Ramírez.

¿Podrías decirnos una cosa que hayas aprendido en el Colegio y que pones en práctica en tu día a día?

El valor de las amigas de infancia.

¿Hay algo que te hubiera gustado aprender en ese tiempo y no tuviste la oportunidad?

Menos competencia individual y más colectividad y tranquilidad.

¿A quién te gustaría ver como personaje del mes?

Daniel Liévano.

Archivo fotográfico – Biblioteca Colegio Los Nogales ©